Tiempo de helados...


Casi puedo oler el tiempo de los helados. Todavía lo recuerdo cuando apenas abandonábamos la niñez; tú en tu ventana y yo en la mía, esperando la señal para encontrarnos al pie de tu escalera y dibujar las nubes con el índice al aire, tumbados sobre la hierba fresca y mirarnos en silencio por miedo a decir lo que la edad no nos permitía contar... El aroma a vainilla en la comisura de tus labios -tu sabor favorito, ¿lo recuerdas?- y acabar con el pelo y la ropa manchados, girar una y otra vez muy rápido hasta caer mareados, cerrar los ojos y buscarnos el uno al otro sin levantarnos; siempre ganabas tú, siempre me dejaba vencer.

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