Explosiva...


Te acurrucas en el sofá y te envuelven entre mantas. Allí, en aquel recodo, lloras las ausencias hasta que te cubres la cabeza y te sumerges en tu espacio. Caliente y protegida encuentras alivio, te permites no pensar en nada; nadie te encuentra, nada te hiere, nadie te lastima, nada de nada. Pero el rincón comienza a encogerse, el calor te asfixia y no puedes respirar; tienes que salir. Te revuelves sobre ti misma, tiras las mantas al otro lado y te incorporas sobre el suelo; sigue frío. Mientras tanto, el hombre invisible que ocupa el resto del sofá se sumerge en tu espacio, caliente y protegido...

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