La peor maravilla...
Desde su llegada procedente de la vieja Europa, su estancia en el país empeoraba a cada pequeño paso que daba. La última de sus continuas tragedias fue la de ser acusada de vandalismo callejero: alguien dedicó parte de su tiempo a pintar de rojo encarnado el mobiliario urbano que con tanto apego diseñó la regente local.
Durante el juicio, las pruebas expuestas apuntaban hacia su culpabilidad e innegablemente la alejaban cada vez más de la absolución. Su abogado, un señor de pelo cano y que apenas levantaba dos palmos del suelo sólo podía titubear ante la sonrisa felina del único testigo aportado y los argumentos que defendían su inocencia, se diluían en el aire como hojas de té en el agua. Desconsolada, la joven sólo podía llorar mares de agua salada y sentía como su vida se ahogaba en ese océano profundo de lágrimas negras.
Nada pudo hacer. La juez en base a las pruebas aportadas -y sin ningún ápice de corazón-, alzó su brazo al aire y estampó su cetro de mando dictando sentencia de muerte. Pobre niña Alicia; a pesar de jugar todas sus cartas, sería decapitada al llegar el amanecer.
Comentarios
Espero encontrarme pronto con ella, quién sabe donde... saliendo de la madriguera del conejo o tal vez ya alejadas de todo, al otro lado de un espejo que vale más por las imágenes que recuerda que por las que habrá de reflejar ;)