Paso de cebra...

Para Martina la revisión ginecológica de ese día le suponía tener que salir del trabajo una hora antes ya que no pudo posponer la cita hasta la hora que tenía para comer tal y como ella hubiera preferido. Metida en su coche con dirección a la clínica, tuvo suerte de que el tráfico fuera fluido; tal vez así podría tardar menos y quizá restar algunos minutos para tomar un bocado rápido. Un semáforo en ámbar el cual no pudo cruzar le hizo tener que detener su vehículo justo delante de un paso de cebra; no tuvo más remedio que tener que esperar a que cambiara el disco de color. Tuvo tiempo de cambiar la emisora de la radio, retocar su maquillaje en el espejo retrovisor incluso de encenderse un cigarrillo mientras observaba a la gente -anteriormente agolpada en las aceras- cruzar la calle. Su desesperación iba aumentando al ritmo que consumía el tabaco.

Veía gente de todo tipo tales como un repartidor con algo de prisa, un par de señoras con una animada conversación, adolescentes hablando entre risas, una pareja enamorada que disfrutaba dándose besos, un chico escuchando música con su reproductor de mp3... Martina embragó la primera marcha, soltó el pedal del freno y aceleró bruscamente. Como resultado de aquella acción, Martina atropelló a varias personas provocando víctimas con lesiones de todo tipo desde simples conmociones a roturas óseas; por suerte no hubo muertes. Diez minutos después, la policía se personó en el lugar del accidente para tratar de esclarecer las razones de su negligencia. Martina no tuvo intención de darse a la fuga ni hacer ninguna acción evasiva que la librara de su culpa. Esperó a la policía sentada en su vehículo, fumando un cigarrillo,escuchando música y mirando su reloj; llegaba tarde a su cita ginecológica.

Luces de ambulancia, barullo de curiosos que intentaban averiguar que había pasado, Martina esposada entrando en el coche de la policía y un reguero de víctimas que dejaba tras de ella mientras era conducida hasta la comisaría donde le tendrían que tomar declaración.

-Señora Morillo, ¿es usted consciente de la gravedad de sus actos?
-Señor agente... estoy muy arrepentida por todo lo ocurrido. En ningún momento he querido atropellar a esa gente pero... es que tardé en reconocer a mi marido y su secretaria.

Comentarios

Entradas populares